El destino de Juan Gelman



«Prosa: ¿qué quieres de nosotros. Y tú especialmente, novela, novela moderna, forzosamente gris, aburrida, (“burguesa”), con esas costumbres y esas ignorancias, ¿por qué has de quitarnos, o, cuando menos, distraer así a nuestros poetas?», escribió Paul Verlaine en sus semblanzas literarias ‘Hombres de mi tiempo’. Así se sentía Verlaine al hablar de Andrés Theuriet, poeta y novelista nacido en Marly-le-Roi en el siglo diecinueve francés, tan distinto a los otros siglos diecinueve. Hoy Verlaine puede estar tranquilo, Juan Gelman escribe poesía.

Gelman nació en Argentina en 1930, sólo dos años después de que su familia emigrara de Ucrania para establecerse en el literario país sudamericano. La historia de su padre da para dos volúmenes de quinientas páginas cada uno: obrero ucraniano; militar durante siete meses (artillero); revolucionario en Rusia en 1905; viajero con pasaporte falso usando el apellido Hellmann; exiliado en Argentina en 1913, aduana en donde la fonética lo bautizó como Gelman; intentó que su primera mujer y sus dos hijos lo alcanzaran en Argentina, pero ella y uno de los hijos fallecieron en el trayecto, al cruzar un río (sobrevivió Boris, hermano mayor de Juan Gelman y al que hay que agradecer que lo acercara a la poesía rusa desde sus primeros años); regresó a Rusia, se instaló en Moscú y gracias a su trabajo en el ferrocarril conoció, en Ucrania, a la madre de Juan; en 1928 decide volver a Argentina empujado por el destierro de Trotsky; y, como mencioné, en 1930, en Buenos Aires, nace su hijo Juan Gelman Burichson.

Parece increíble, pero Gelman publicó su primer poema cuando tenía sólo once años. Comenzó a escribir a los ocho años de edad. La poesía es su destino. Recuerdo el discurso de Borges al recibir el Premio Cervantes: «Un poeta recibe un destino, acepta un destino, cumple un destino, y éste no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal». Quizá por esta razón no le guste a Gelman la idea de la poesía como oficio, pues dice que el poeta no escribe a voluntad, que es la poesía la que dicta cuándo hay que escribir. Me gusta su definición de la poesía: «Es un árbol sin hojas que da sombra».

El destino de Gelman lo forman, además, las palabras exilio, nostalgia, memoria, lucha, muerte y soledad. Quienes le admiramos hemos sufrido al leer su historia, impresa, sin omisiones, en su poesía. No sé si exista otro poeta que una de esta forma su creación y su experiencia, quizá la polaca Wisława Szymborska; seguramente hay otros, pero el caso de Gelman es excepcional. Ha sabido -desde ‘Violín y otras cuestiones’ (1956) hasta ‘El emperrado corazón amora’ (2011)- protagonizar su historia sin resignarse a ella. Sus versos son declaraciones, estatutos para vivir con dignidad.

EL JUEGO EN QUE ANDAMOS
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

Alguna vez lo imaginé recorriendo callejones en una ciudad oscura, hasta que el cansancio lo acostó sobre el suelo, rendido, entregado al frío. Entré en ese mundo sombrío, con la ansiedad de no ser testigo de su desvanecimiento, pero al encontrarlo, al buscar en ese último callejón oscuro de esa última ciudad oscura, pude ver que el cuerpo que yacía abandonado no era el de Gelman, sino el mío: fue él quien me recató a mí.

LO QUE PASA
Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.

Es difícil no repasar sus capítulos contra la dictadura argentina, la muerte de su hijo, la búsqueda de su nuera. Su relación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias, su exilio y su recorrido de país en país (Francia, Rusia, Italia, Nicaragua, etc.) hasta encontrar en México un lugar para quedarse, gracias al amor o a una mujer llamada Mara La Madrid, que es lo mismo, pero al querer hablar de estas historias se repite en mi mente un solo texto:

CARTA ABIERTA A MI NIETO
[Fragmento]

«Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza».

Encontró a su nieta gracias a una investigación que duró 23 años y que tuvo su desenlace en Montevideo.

Tampoco puede olvidarse su relación con el periodismo. Al dejar sus estudios universitarios encontró en esta actividad, como García Márquez, Vargas Llosa, Eduardo Galeano, y muchos más, una relación directa con la palabra. Quizá por ser un ejercicio para escribir preciso, no lo sé, pero nos ha compartido grandes artículos.

'ELECTRICIDADES'
Publicado en Página/12 en julio del 2000.
[Fragmento]

«Tanto en Mozart como en Beethoven se advierten observancias matemáticas similares a las de Bach y hay evidencias de que ambos compositores tenían presente en su obra una suerte de numerología “mágica”, en parte derivada de los rituales francmasónicos. Ese tipo de especulación floreció en el Siglo de las Luces francés: teorías como las de Pere Castel (1688-1755), que recuperó la vieja doctrina de la música de las esferas y procuró investigar las relaciones entre las series armónicas audibles y el espectro solar visible, atrajeron a los filósofos racionalistas, tal vez porque la Iglesia las consideraba una herejía».

Pero no asustemos a Verlaine, el destino de Gelman sigue intacto. Su poesía atiende a la realidad y testimonia. No se le puede encontrar una fórmula a lo que hace; sus palabras carecen de ritos establecidos. Ha reinventado tantas veces lo que aún no se conoce, ha renovado a la poesía misma. Y dicen, aunque no recuerdo quiénes, que sus traducciones son como extensiones del español.

A Gelman lo sigo imaginando. Lo veo leyendo sus pasados y sus futuros para nosotros y escucho esa voz pausada que lo distingue. Lo veo escribiendo palabras en el aire.

LA CARTA
Gato barato, sucio, solo
en la calle husmeando una carta
que alguien sacó de su sangre. Mira
palabras tiradas, las huele
como hay que oler las palabras. Como él,
que las ve lejos de cerca.
La carta tirada está ahí,
lamida por la noche.
El gato la mira y la huele.
Nadie más.

Si Ernesto Cardenal busca la libertad, Gelman nos dice cómo llegar a ella. No se trata de un mapa con instrucciones, pero bien puede ser uno.

OPINIONES
Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

Juan Gelman acepta su destino. Es imposible imaginar una América Latina sin su nombre, escrito tantas veces en las piedras de los ríos que la recorren.


Madrid, 23 de julio de 2012
Twitter: @candianic

Nota: Como se puede leer en los comentarios, Ariel nos ha dejado el sitio web http://www.juangelman.net/ Mismo sitio al que refiero en el enlace de 'Carta abierta a mi nieto' y que recomiendo visitar. Gracias, Ariel.

Nota dos: Juan Gelman ha fallecido. Ocurrió el 14 de enero de 2014 en su casa de la Ciudad de México. Lo recordaremos con el mismo amor que tuvo por la poesía.