Point de non-retour


Ahí estaba Lepic, frente al espejo del baño, después de una noche sin dormir. Lepic viendo su cabello revuelto por culpa de las almohadas y de los giros que dio en la cama. Lepic después de los relámpagos de la noche sobre el suelo de su habitación, estruendos que parecían romper todo en mil pedazos: ventanas y paredes moviéndose de un lado a otro mientras Lepic aprisionaba las sábanas con sus manos. 

Ahí estaba Lepic, jugando a arrugar su frente y su nariz, reconociendo sus ojos, sus pestañas y sus cejas con las palmas de las manos, de arriba hacia abajo, imitando manías adolescentes. Lepic pestañeando un millón de veces. Lepic pensando en cuánto ha cambiado y en cuánto comienza a detestarse. Lepic queriendo arrancarle los ojos a Lepic. 

En ese momento apareció algo distinto en él: una línea, nada más que una línea blanca, o casi blanca, delgadísima, que empezaba donde terminaba su cabello y que bajaba, casi inadvertida, hasta la barbilla. Lepic creyó que era una imperfección del espejo, algún escombro de pasta dental, así que movió su cabeza, pero la línea se movió con él. La línea era de él. Lepic se tocó el rostro con las manos, como intentando agarrar un hilo, arrancar una arruga, pero no se puede arrancar una arruga, desaparecer una vena o borrar una peca. "¿Se trata de mi vista, de una alarma en mis ojos? ¿Tendré una condición biológica que me obligue a ver esta línea?", se preguntó Lepic. "¡Agua!", pensó Lepic. "¡Agua y jabón!" La línea despegándose de su rostro, resbalando sobre su pecho, ahogándose en la coladera. Pero la línea no hizo nada de eso, la línea estaba en él. "Bañarse", pensó Lepic. "Un largo baño con agua caliente", pensó Lepic. Al terminar el baño, Lepic buscó la línea con sus manos y no la sintió, pero tampoco la había sentido al intentar quitársela. Salió con rapidez de la ducha y se apresuró al espejo empañado. Lepic turbio. Lepic deformado por el vapor. Lepic entre la niebla. 

La línea seguía ahí, dividiendo su rostro. La línea incluso ganó visibilidad, como si Lepic, al lavarla, la hubiera abrillantado. "La línea perfecta", pensó Lepic. La línea como una extensión de la piel, como si estuviera desde el momento primero. 

Lepic tomó una toalla y la pasó varias veces sobre la línea, desesperado. Lo único que logró fue que le doliera. La línea como un dolor, como un malestar. Lepic salió del baño y se dirigió hacia el salón, ahí estaba la última fotografía que se había tomado: Lepic peinado, usando camisa y corbata. Lepic sin la línea. 

Lepic regresó a su habitación, abrió un cajón y tomó un estuche negro, de piel, de donde sacó una pequeña navaja suiza. Ahí estaba Lepic, frente al espejo del baño, después de una noche sin dormir. Lepic viendo su cabello revuelto por culpa de las almohadas y de los giros que dio en la cama. Lepic después de los relámpagos de la noche sobre el suelo de su habitación. Lepic con una línea sobre su rostro y una navaja suiza en su mano derecha. 

Lepic colocó la punta entre el cabello y la línea y logró moverla. Fue ahí donde salió una gota de sangre que resbaló por el camino blanco. Point de non-retour. Lepic sintió un alivio, respiró con profundidad y deslizó la hoja afilada de la navaja hasta la barbilla, como si le quitara la piel a una naranja. No salió más sangre y la piel comenzó a despegarse poco a poco, sin provocarle dolor. Maravillado, usando la uña de su dedo índice y apoyándose en el pulgar, Lepic jaló la piel de su rostro. Perdió la vista un segundo, pero pudo distinguir un fondo espeso, rojo, rosa y morado. A Lepic le pareció hermoso, como una figura de fibra de vidrio. 

Lepic terminó de quitar los centímetros que faltaban y el último pedazo de piel cayó junto al bulto que se había formado sobre el suelo. Ahí estaba la línea blanca, sobre el suelo. Ahí estaba Lepic, frente al espejo de su baño. Lepic sin dolor. Lepic sin detestarse. Un nuevo Lepic que sonrió cuando sintió que la materia roja, rosa y morada dejaba una sensación cremosa en las yemas de sus dedos. Lepic con más vida. Lepic consciente de la profundidad de sus ojos. Lepic encontrando su verdadero rostro.


*Relato publicado en Revista Ombligo
http://revistaombligo.com/2013/04/24/point-de-non-retour/