El hombre de barba


Encontró a Balieri en Oporto, hospedado en un hostal, a un lado de la Torre de los Clérigos. Tuvo que contenerse para no correr a matarlo en ese momento. No le importaba ir a la cárcel, había cruzado esa línea mucho tiempo atrás, pero quería ver sufrir a Balieri, torturarlo, ver el terror en sus ojos. No le haría el favor de atravesarle el cráneo con una bala, de matarlo en un segundo. Lo siguió casi sin tener que esconderse. Balieri nunca se giró, nunca sintió su presencia.

Fue en la noche cuando se acercó a él, cuando Balieri cenaba bacalhau com natas. El hombre de barba tomó asiento frente a Balieri, quien se sobresaltó, pero no hizo nada, pues llamar la atención de la gente era un riesgo. Balieri huía de la persona que estaba sentada frente a él, pero también de la policía internacional.

—Sabías que te encontraría —dijo el hombre de barba.
—Hazlo —dijo Balieri.
—¿Y perderme el gusto de verte sufrir? —preguntó el hombre de barba.
—He estado ocultándome durante cuatro años. No he visto un rostro conocido y no he podido dormir bien desde entonces. ¿Crees que no he sufrido? —replicó Balieri.
—Te he buscado por todas partes. He visto tu rostro en miles de personas y has estado en todas mis pesadillas. No. Me parece que no has sufrido sufi… sufici…


El hombre de barba enmudeció, sintió un dolor en el brazo. Trató de ocultarlo, pero fue como una tormenta que se dirigía a su pecho. Quiso hablar, pero la saliva se agolpó en su boca. El hombre de barba no podía creer lo que le estaba pasando. Balieri pasó tan cerca de él al levantarse e irse, que el hombre de barba intentó detenerlo con un gesto de la mano, pero cayó de su silla. Gran alboroto en el pequeño restaurante de la Rua dos Caldeireiros. Los paramédicos no pudieron hacer nada. Una vez en el hostal, Balieri sonreía al pensar en la suerte que había tenido. No había sonreído en cuatro años.





                                        De El libro de Balieri, Ed. Baile del Sol 2015