La política y los autores



Cuando Émile Zola, uno de los escritores franceses más emblemáticos del siglo XIX, publicó su célebre carta abierta, J’accuse…!, dirigida a Félix Faure, en ese momento presidente de Francia, un matiz político quedó unido de forma irremediable al nombre del escritor parisino. El caso Dreyfus ha trascendido como uno de los momentos políticos más complicados de la historia de Francia. El capitán Alfred Dreyfus había sido acusado de espionaje, enjuiciado, condenado al destierro y a cadena perpetua. La sociedad de ese país europeo se encontraba dividida en dos, por un lado había quienes pensaban que se trataba de una expresión antisemita (siendo Dreyfus de origen judío) y, por otro lado, representados por una gran mayoría conservadora, muchos creían que Dreyfus era culpable y celebraban la condena. Había muchas pruebas a favor de Dreyfus y que señalaban como verdadero culpable de espionaje al comandante Esterhazy, protegido por grupos militares y aristocráticos. Fue en ese momento de agitación cuando Émile Zola publicó J’accuse…!, en la que señaló el error que cometían distintos actores del caso al condenar a Dreyfus. Una de las oraciones a las que se ha dado más difusión con el paso del tiempo es la siguiente: “Sé que puedo ser acusado de difamación. Voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.” Leí estas líneas hace varios años. Poco tiempo antes había leído la novela Therese Raquin, por lo que Zola se presentaba ante mí como una enorme figura literaria y me interesaba conocer un poco más sobre su vida. La carta de Zola tuvo un gran impacto, no sólo en diversos grupos de intelectuales, sino en toda la sociedad francesa. Zola fue condenado a poco más de un año de cárcel y terminó exiliándose en Inglaterra. Pero no cesó en defender la inocencia de Dreyfus, ya que publicó varios artículos sobre el tema. Finalmente, el caso fue reabierto y Esterhazy fue acusado de espionaje, aunque éste huyó a Inglaterra y evitó la cárcel. J’accuse…! se ha convertido en un caso de análisis en discusiones sobre política y literatura.

En algunos escritores hay una relación indisoluble entre sus expresiones políticas y sus obras. Detenernos a observar esa relación nos da un acercamiento a la persona y nos permite entender los distintos momentos políticos que ha vivido México (en el caso de escritores mexicanos) y el mundo, pero no podemos, de ninguna manera, hacer un juicio sobre la obra de un autor partiendo de sus ideologías. Esto no sólo sería un error, sino que nos desviaría de la esencia del arte.

El escritor británico George Orwell aseguró que “la opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí una actitud política”. Quizá tenía razón. Mucho se ha discutido sobre la dimensión (y el peso) moral que obtienen una obra y su autor al acercarse a una expresión política, pero esto no debe ser la razón para disfrutar de una obra o un punto para criticarla. Por ejemplo, la reciente conmemoración de los cien años del nacimiento de Octavio Paz sirvió no sólo como homenaje, sino para retomar la eterna discusión sobre sus posiciones políticas. Muchas veces y durante mucho tiempo he escuchado las críticas hacia Paz por alinearse al gobierno, incluso han criticado su trabajo como escritor y como poeta por esta razón. También he visto que aplauden la postura que tomó al renunciar a su cargo de embajador en la India, debido a los acontecimientos de 1968. Sin embargo, me parece que la grandeza de los libros de Paz no está en esas decisiones.

Esta discusión sólo debería tener un propósito anecdótico. ¿A quién le importan las ideas políticas de los escritores, de los artistas en general, al momento de tomar un libro? Céline comulgaba con el nazismo. Sin embargo, siempre recomendaré Viaje al fin de la noche. Borges asistió a reuniones organizadas por Pinochet, pero siempre será uno de mis grandes. Mis ideas políticas o económicas distan mucho de las de Vargas Llosa, pero La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo son algunas de las novelas más bellas que he leído. Quienes no están de acuerdo con la Revolución cubana, ¿dejarían de leer a García Márquez o a Cortázar?

“Entre dos personas inteligentes no deberían importar las diferencias políticas”, dijo María Kodama, al referirse a un desacuerdo que habían tenido Borges y Cortázar sobre Cuba. Así, las diferencias políticas tampoco deberían importar entre el lector y el autor.

(Publicado el día 27 de octubre de 2014, en El Presente: sociedad y cultura)