Ernesto Cardenal y la libertad



Idealizar es un padecimiento psicológico, quizá un desorden, y ayer se manifestó en mí otro síntoma: no existe la realidad objetiva si uno idealiza.

Las horas últimas de la Feria del Libro de Madrid me trajeron un obsequio: conocí a Ernesto Cardenal durante una firma de libros. Admito que me provocó una suerte de arrojo y me apresuré a estrechar la mano con la que escribió ‘Epitafio para Joaquín Pasos’, lectura a la que regreso como a casa. Hay escritores que no se pueden ver como colegas, como compañeros de oficio, o de sueños de oficio, sino como guías. Así siento a Ernesto Cardenal; en tiempos de escasez, él se entrega sin contemplaciones.

Como consecuencia del obsequio, mi círculo cercano, ese grupo repartido entre distintas ciudades mexicanas y Madrid, sufrió otra de mis idealizaciones, pues creí que todos sabrían quién es Ernesto Cardenal. Algunos son lectores voraces, otros son escritores, pero no lo conocen. Aclaro que no todos, los hay que lo leen y hasta tienen sus libros, pero son los menos. Entonces pensé en escribir sobre él, al menos ayudar a que otros pronuncien su nombre esta tarde de viento y de nubes. Hay que hablar sobre quién es ese hombre que a sus 87 años mantiene su inolvidable sonrisa, su mirada eterna y una lucidez que esta sociedad moderna le debe agradecer.

Pudo nacer en cualquier país, en cualquier mundo, pero llamemos a su tierra Nicaragua. No es imperante decir que es sacerdote, pero sirve para dimensionar sus actitudes ideológicas y para poder agradecer su visión emancipada de cánones y dogmas. Más necesario me parece contar que es poeta, teólogo y ensayista. Sin embargo, Ernesto Cardenal no es sólo eso, su creatividad ha encontrado sitio en otras actividades y en todas ha destacado como un hombre de búsqueda constante, que no se detiene, que crea para seguir buscando. ¿Qué busca Ernesto Cardenal? Para mí, sólo uno de sus lectores, Ernesto Cardenal busca la libertad.

Resumir su vida es tarea ardua. Él ha necesitado de varios tomos, hasta hoy, para sus memorias. Pero puedo comentar que se define como revolucionario, que ha sido Ministro de Cultura en su país, después de luchar contra la dictadura de Somoza, y que se ha llegado a escuchar su nombre por los pasillos de la Academia Sueca, cuando las deliberaciones para el Nobel de Literatura. Hombre de arte es Ernesto Cardenal, ciudadano de esa República de las Letras en la que Cervantes y Voltaire dan nombre a las grandes avenidas.

No puedo decir que he leído toda su obra, tampoco recuerdo cuántos libros tiene (perdonen que no recurra a Google para este dato: todavía creo en el ejercicio de la memoria, aun si no llego a buen puerto), pero sé que son muchos y que algunos me han marcado desde la adolescencia: ‘Oración por Marilyn Monroe y otros poemas’; ‘Canto nacional’; ‘Hora’; ‘Epigramas’; ‘Canto a un país que nace’; ‘En Cuba’; ‘Homenaje a los indios americanos’; ‘Tocar el cielo’. Literatura y libertad en efervescencia.

Otro obsequio fue encontrar hace meses, en un vagón del metro de Madrid, invitando a su lectura y a escapar de la multitud, el mencionado ‘Epitafio para Joaquín Pasos’, del que sólo reproduzco el inicio y el final:

1. Aquí pasaba a pie por estas calles, sin empleo ni puesto,
y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados conocieron sus versos.
Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento.
                                                            Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor, y los decretos.


***
15. Viniste a visitarme
en sueños

pero el vacío
que dejaste cuando
te fuiste


fue realidad.

Ernesto Cardenal está aquí. Y si bien este breve ejercicio no resuelve quién es, tal vez nazca, en quienes no lo han leído, el impulso de abrir uno de sus libros. Así lo espero.


Madrid, 11 de junio de 2012
Twitter: @candianic
Publicado originalmente en la revista electrónica tikitaj.com